En la Paradoja de la
globalización, Dani Rodrik plantea la reinvención del capitalismo (el capitalismo 3.0.), orientado a
una economía global, partiendo de la economía mixta de Keynes y en la cual las
instituciones sobre las que permaneciera el control deberían estar regidas según
los intereses de los integrantes de las naciones Estado, con políticas
orientadas a mejorar la calidad de vida de la población.
Para ello, establece una serie de
principios centrándose en cuatro áreas claves: reforma del régimen comercial
internacional, regulación de las finanzas globales aprovechar las ventajas de
los flujos globales de mano de obra y el encaje de China en la economía
mundial, el tema que vamos a tratar.
China ha sido el mayor éxito de
la globalización durante el último cuarto de siglo, convirtiéndola en la
segunda potencia económica del mundo, el primer exportador y posee las reservas
de cambio más elevadas, lo que puede comprobarse en este análisis. El ascenso económico de este país ha sido
beneficioso para la economía mundial en su mayor parte, debido a que la gran
variedad de productos manufacturados que salen de sus fábricas a toda velocidad
ha resultado muy ventajosa para los consumidores en el resto del mundo,
especialmente para los pobres, que han podido permitirse muchos de estos
productos por primera vez. Según recoge Rodrik en su libro “China es el mejor
ejemplo de cómo se puede aprovechar la economía global para conseguir crecer y
reducir la pobreza, combinando las exportaciones con una estrategia, adaptada
al país, de diversificación económica e innovación institucional”, lo que puede comprobarse observando gráficas que recogen el crecimiento económico del país:
La estrategia china se basa en un
rápido cambio estructural que el gobierno logra promoviendo la
industrialización y mejorando continuamente la estructura productiva del país.
La mayor parte de las actividades económicas que fomenta el gobierno se
orientas a la exportación, principalmente en el caso de las manufacturas.
Sin embargo, no todo ha ido tan
bien. China y sus socios comerciales han empezado a involucrarse en un número
cada vez mayor de disputas comerciales sobre infracciones de seguridad,
patentes y copyright de los productos, subsidios estatales, dumping,
manipulación de divisas y distintas clases de restricciones de acceso al
mercado. A ello se le añade el desequilibrio comercial del país, el superávit
por cuenta corriente ha hecho que aumente la demanda global de bienes fabricado
en China a costa de reducir la de los otros lugares. De esta manera, uno de los
países que más se ha visto perjudicado ha sido Estados Unidos, por ello, si el
excedente comercial de China no se reduce, Estados Unidos se verá forzado a
recurrir a barreras comerciales dirigidas a las exportaciones chinas.
Además, a medida que continúe su
transformación económica y vaya ganando cuota de mercados en productos cada vez
más sofisticados, podemos estar seguros de que sus exportaciones van a dar
lugar a quejas persistentes de otros países por estar socavando los equilibrios
distributivos nacionales, los estándares globales, las regulaciones
medioambientales y las normas sociales.
Por ello, el autor concluye de
esta manera “la economía mundial debe conciliar las grandes diferencias entre
el sistema cultural, social y político de China y los valores e instituciones
occidentales que han predominado hasta la fecha".
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